Entre el Cielo y la Tierra. Emociones intuitivas
- Ruth Untoria

- 12 mar 2021
- 8 Min. de lectura
Actualizado: hace 1 día
Esta obra sensitiva nació una noche en la que la soledad y el silencio nocturno me permitieron clarificar sentimientos y emociones profundas. Encontré en la expresión libre y espontánea un lenguaje propio, una forma íntima de dar respuesta a las reflexiones existenciales que emergían de mi interior. Desde entonces, he continuado creando de manera aleatoria, utilizando este medio para explorar el mundo y reflejarme en él, dejando que la imagen surja por sí misma, sin planes ni pensamiento previo, guiada únicamente por lo que siento y percibo en el instante.
Entre un período de silencio creativo, dejé de lado toda forma de expresión artística para adentrarme en profundas transformaciones personales. Fue un tiempo de introspección y expansión interior, donde la obra misma, aunque latente, comenzó a evolucionar desde mi esencia. Los dibujos que surgieron posteriormente no son simples representaciones; son la manifestación de cómo siento y percibo, de lo que podríamos llamar “mi esencia”. Acompañarán mi trayectoria como un descubrimiento continuo y un potencial espiritual, una vía para trascender la visión limitada de lo puramente empírico y acercarme a una comprensión más profunda del ser y del mundo.
En mi proceso creativo, la experiencia ocupa un lugar central, íntimamente ligada a la percepción sensorial. Considero que toda formación de conocimiento nace primero del mundo inmaterial y sensible. La experiencia es la base de todo conocimiento, no sólo en cuanto a su origen sino también en cuanto a su contenido.
Los conceptos se forman a partir de la decodificación de lo que sentimos y percibimos, y es en ese encuentro con lo sensible donde encuentran su justificación y su significado. Mi obra surge precisamente de este diálogo: un puente entre lo lo percibido y lo que se hace visible para mi y para otros en ese instante presente de creación, un testimonio de cómo lo interior puede transformarse en imagen.

Al regresar a España tras muchos años de profunda búsqueda interior en Sudamérica, me enfrenté a un choque intenso al reintegrarme a la ciudad y a la sociedad. Lo que experimentaba no era simplemente incertidumbre o desequilibrio emocional: era una auténtica interferencia, un estado en el que las señales internas y externas se cruzan y colisionan, dificultando percibirme a mí misma y al mundo con claridad. Mi mente y mis emociones vibraban en múltiples frecuencias simultáneas, y solo a través de la obra podía traducir ese caos invisible en imágenes capaces de restituir armonía, sentido y significado entregándome estabilidad.
Fue entonces cuando decidí retomar esta forma de conectarme con lo más profundo de mi ser, no para vaciar emociones personales, sino para transformar mi percepción en imágenes que revelaran aspectos de la realidad que permanecen invisibles para mí y para los demás. La creación artística se convirtió en un vehículo consciente para traducir la experiencia y la sensibilidad en un lenguaje visual que comunica lo que no puede ser expresado de otra manera, un acto donde la conciencia precede a la ciencia y al arte mismo. Cada trazo se convirtió en un acto de autoconocimiento y en un puente entre mi mundo interno y el exterior, un testimonio de cómo lo intangible puede tomar forma.
Tras ese largo período de tiempo, al mirar ahora aquellas imágenes creadas en el pasado, percibo que muchas de las experiencias que viví durante aquel intenso período de conexión interna ya estaban reflejadas en esos dibujos instintivos. Es como si mi yo del pasado hubiera anticipado, a través de la obra, los estados y descubrimientos que luego llegarían a manifestarse en mi vida, revelando la profundidad y la coherencia de mi viaje interior.
Técnicamente, mi manera de dibujar es completamente intuitiva. El fondo negro del soporte actúa como una presencia dominante, evocando los espacios más profundos y desconocidos del ser que tras contrastar con luminosos colores, éstos emergen del fondo a través de líneas expresivas y sin límites que dan forma a figuras, máscaras, imágenes, símbolos, situaciones e incluso palabras. Cada elemento se convierte en un vehículo de expresión emocional y espiritual, construyendo un argumento común y decisivo en el que todo lo plasmado se relaciona en armonía, revelando un universo interior que busca ser sentido y comprendido más allá de lo visible.

La materia incorpórea de las imágenes se manifiesta en amplios rasgos gráficos, estableciendo el fundamento de una nueva sensación espacial. En ese espacio, las representaciones figurativas emergen resueltas bajo los mismos criterios de libertad y expresividad, y orientadas a reflejar acciones y la relatividad de las definiciones profundas de cuestiones existenciales. Cada trazo y forma se convierte así en un vehículo para explorar la complejidad del ser y la experiencia, traduciendo lo intangible en un lenguaje visual que comunica lo que no puede ser expresado de otra manera.
A través de esta forma de expresión, renuncio a los detalles, a la personalización y a los principios de individualización que podrían reflejar rasgos concretos de la condición humana o realista. En su lugar, emergen situaciones genéricas y acciones, formas ingenuas y primitivas, originarias del ser humano, donde cada trazo refleja la esencia del sentir. De este modo, plasmo con sensibilidad el equilibrio entre el fondo y la imagen, creando un diálogo armonioso entre lo profundo e invisible y lo que finalmente se hace visible en la superficie.
El dibujo, concentrado en signos, genera un espacio de misterio, un secreto que atraviesa las fronteras de lo interno. Para mí, el “signo” no es simplemente un vestigio del pasado, sino una manifestación de un presente eterno, de libertad y conectividad, que se actualiza constantemente en cada trazo. Lo que una vez existió encuentra resonancia en el ahora, pero no como un significado fijo o perpetuo para el futuro, sino como un punto de partida que evoluciona, transformando la experiencia individual en un diálogo continuo entre lo ancestral, lo vivido y lo que se expresa en cada instante. Momentos móviles entre el pasado y el futuro que vibran en un eterno presente completando la experiencia individual.
La elección de colores es intuitiva, no visual. Éstos, son elegidos con los ojos cerrados y el primer contacto del color con el soporte también lo realiza sin visión, creando una sensación táctil, auditiva y sensorial íntima. El movimiento de los colores en sus manos intenta condensar las pulsiones del espíritu que llevan a crear las manifestaciones más libres de la imaginación.
Cada color busca una imagen, y cada imagen es un impulso, un impulso que entrelaza un movimiento que camina, libera y descarga una emoción, intentando captar la totalidad de las cosas, llegando a conseguir una visión interior. El requisito imprescindible de esta obra es volver a conectar con los sentimientos a fin de tener de nuevo una idea creadora. El sentimiento cobra forma engendrando una cualidad interna que despierta en el espectador asociaciones imaginarias y procesos emocionales para a través de dibujos poder reelaborar y convertir en una nueva experiencia y un nuevo significado que se actualiza constantemente.

El juego de esta obra se encuentra entre el movimiento, el peso y la inestabilidad de la imagen, que alude con fuerza y a la vez con una gran fugacidad implícita de lo material. Todas las creaciones de esta obra brotan de grafismos libres con formas similares a ovillos y líneas ascendentes y descendentes de energía a modo de respiración gráfica que proporcionan la base de mis captaciones. Símbolos, figuras e imágenes que vibran entre la vida y la muerte, entre lo material y lo inmaterial, actuando y cobrando vida como gruía de almas en tránsito entre lo tangible y lo intangible.
Una mezcla entre colores fríos y cálidos se entremezclan creando un atractivo y expresivo contraste con el fondo, y en apariencia, desordenados trazos que establecen el sistema de relaciones que, prescindiendo de las formas realistas y las definiciones espaciales, genera la profundidad necesaria para la integración armónica de los volúmenes y el fondo de un formato determinado.
La descripción visual de mi obra no sigue las leyes lógicas convencionales del arte; nace de una conciencia que precede a todo, una percepción que integra sensaciones y experiencias en un todo convergente. Cada imagen surge como un camino desde mi identidad de origen, y al ofrecerla al espectador, no se trata de entregar un significado fijo, sino de invitarlo a conectar con su propia conciencia, a descubrir en ella lo que solo él puede percibir. Mi trabajo no es un acto de catarsis personal, sino una traducción consciente de lo invisible, una forma de mostrar realidades que de otro modo permanecerían imperceptibles.
La obra se convierte en un vehículo de conciencia, un medio que transporta un mensaje espiritual y conduce tanto a mí como a quien la contempla hacia un estado de éxtasis y admiración. El dibujo en sí mismo no es solo imagen, es el vehículo que viaja hacia un recorrido que decodifica y libera elementos inmateriales, revelando lo intangible en formas perceptibles. Este viaje no es literal, sino una experiencia interna que refleja el camino hacia la verdad y el conocimiento de uno mismo, donde cada trazo invita a explorar, descubrir y conectar con la propia conciencia.
Para mí, el viaje que propongo en esta obra no es solo tránsito de un plano a otro ni entre niveles de vida o muerte; es un proceso de conciencia en constante convergencia, donde cada experiencia, cada sensación y cada reflexión se integran en un todo coherente. Mi creación se convierte en un vehículo que permite explorar estos niveles internos y externos, invitando al espectador a participar activamente en el descubrimiento de sí mismo, a percibir la totalidad de la existencia y a conectar con un presente eterno en constante actualización.
La originalidad de estos trazos instintivos reside en su cualidad de claves plásticas, inéditas, involuntarias e intuitivas, que se entrelazan creando imágenes que emergen de la no-forma. para al mismo tiempo plasmar el color a partir de la anulación de los detalles anatómicos y los caracteres de personalidad, contrastada con la fuerza de los trazos informes de todos los elementos y la abstracción del fondo plano oscuro, negro. La capacidad expresiva y el atractivo visual de los colores puros nacen de la sensibilidad de mi expresión interna, convirtiendo cada composición en un registro vivo de mi conciencia y de la percepción del mundo que me atraviesa.

En esta obra, no me interesa la descripción de la apariencia exterior de las cosas, pues lo que el ojo percibe ya pertenece al pasado. Busco un todo unitario, imágenes que coexisten en armonía y que, al mismo tiempo, se abren al misterio, invitando al espectador a explorar aquello que no puede ser visto con los ojos, sino solo sentido desde la conciencia.
Esta forma de dibujar me conecta con un método originario, tribal o nativo de expresión, atendiendo a una necesidad fundamental de comunicar desde el ser, lejos de discursos, normas o retóricas históricas preconcebidas. Busco la autenticidad y la sinceridad del mensaje interno, generando imágenes que nacen de la espontaneidad de la conciencia, revelando lo que surge de manera natural y profunda desde mi mundo interior.
La expresividad de las máscaras hace que no sean solo figuras; detrás de ellas existe un universo de pulsiones, emociones e inquietudes, un entramado de formas que refleja la realidad interna y las energías conscientes que normalmente permanecen invisibles. Cada máscara funciona como un vehículo para percibir y conectar con aspectos de la existencia y de la experiencia humana que el ojo no capta, transformando lo invisible en algo que puede ser experimentado y comprendido
Estas figuras funcionan como una constante manifestación y revelación de lo intangible, y no representan a nadie ni a nada en concreto. Su fuerza reside en ser catalizadores de la imagen global, sugiriendo más que definiendo. La presencia de estas formas armoniza su estructura y su significado, condensando múltiples dimensiones de la experiencia humana: lo emocional, lo físico y lo consciente, otorgando así un sentido universal que puede ser percibido y experimentado por cada espectador desde su propia interioridad.
En esta serie de dibujos, me alejo de las nociones idealizantes del arte tal como las había conocido. Con máscaras, figuras, espirales, palabras y líneas aparentemente sin sentido, busco un lenguaje directo y vital, donde las formas y los conceptos se disuelven para dar paso a la expresión pura de la conciencia y la percepción interna. Cada trazo es una manifestación de lo que no puede ser explicado, un intento de traducir la experiencia interna en imágenes que resuenan más allá de la lógica convencional.



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