En ese momento comprendí claramente la utilidad del proceso creativo como una herramienta de meditación. Fue este viaje íntimo de autoconocimiento el que me impulsó a darme cuenta de que existe una parte del ser humano aún por explorar y despertar, una dimensión profunda que puede ser reflejada y transmitida a través del arte.

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En ese latido tomé conciencia de que tanto mi mundo interno como el externo estaba vacío: vacío de emoción, vacío de claridad, vacío de expresión.